El pasaje del Evangelio de este domingo relata la aparición de Jesús resucitado a dos discípulos en el camino de Emaús. En el relato los discípulos están desalentados y tristes después de lo acontecido días antes. Se dirigen a Emaús sumidos en la tristeza y la confusión y mientras van caminando Jesús se les acerca y se une a ellos. Aunque en este primer momento no lo reconocen sus corazones arden mientras él les habla. Tras partir el pan se dan cuenta de que habían estado en la presencia misma de Jesús resucitado, y su tristeza y desesperanza se transforman en gozo y esperanza renovada. Y fue tal el gozo que inmediatamente emprenden el viaje de regreso para llevar a los Apóstoles y demás discípulos esta noticia.
En nuestra vida diaria, a veces podemos sentirnos desalentados, confundidos o desesperanzados, al igual que los discípulos en el camino de Emaús. El Evangelio nos muestra que Jesús se revela a nosotros en nuestra vida cotidiana, a veces de maneras inesperadas, aunque no siempre seamos capaces de reconocerle. Se hace compañero de camino, comparte nuestra pena como hizo con los discípulos y no nos deja solos.
Para ello, en estos momentos de oscuridad en los que nos puede parecer que caminamos solos, se nos invita a abrir nuestros corazones a la Palabra de Dios, a escuchar con atención y así poder reconocer la presencia de Jesús en nuestra vida cotidiana. Además compartir la experiencia de Jesús con los demás en comunidad, y en especial celebrar la Eucaristía, nos permitirá tener también un encuentro con Cristo Resucitado. Un encuentro que nos haga también a nosotros que ardan nuestros corazones, se nos abran los ojos y seamos capaces de reconocerle.
Elena Jiménez, Ávila
Comments