En este 3º domingo de adviento, se nos invita a vivir en la alegría, la alegría de quien espera algo grande.
El adviento es tiempo de despertarse, de alzar la mirada y esperar la venida del Señor. ¿Y nosotros, qué debemos hacer? Le pregunta la gente a Juan, el Bautista. En el Evangelio, él nos explica que la mejor manera de vivir la esperanza es abriendo el corazón, practicando la caridad con quien tenemos al lado. Si la justicia es dar a cada uno lo que se merece, la caridad está más encaminada en dar a cada uno más de lo que se merece, en dejar atrás las barreras que nos distancian de los demás y concienciarnos que somos hijos de Dios.
No olvidemos que estamos esperando el nacimiento de un Dios que se entrega, que se da y que tiene un corazón capaz de compadecerse de la fragilidad humana. No nos contentemos con ser simples espectadores de la venida del Señor. En este domingo se nos invita a salir de nosotros y llevar la alegría a quien más lo necesita, a quien ha perdido la esperanza en Dios. Que nuestra paz venga de saber que hay Alguien que hace que todo tenga un sentido, porque, como dice el salmista: “Él es mi Dios y mi Salvador: confiaré y no temeré”.
Jorge Real
Cuenca
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