Concluimos el año litúrgico con la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Este es también el destino de toda la historia: Que Cristo reine siendo Todo en todos. Aquel que es la razón de todo y por quien existe todo es también la meta hacia la que nos dirigimos, Jesucristo Alpha y Omega.
Sin embargo, el Reinado de Cristo no puede entenderse como los reinados de este mundo. En el Evangelio de este domingo Cristo manifiesta su realeza en la humildad, la sencillez y la verdad. Es el Rey del Universo, pero su proclamación como Rey consiste en la pasión y su muerte en Cruz. Jesús nos enseña que la fuerza de Dios puede convertir la aparente debilidad y el aparente fracaso en Salvación para el mundo entero. De la entrega generosa de la vida nace una nueva creación en la que Cristo es todo en todos y el amor se convierte en la Ley y la Forma del Universo. Así, Cristo nos enseña cual es la Verdad de nuestra existencia: que la Fuerza de Dios se manifiesta cuando nos reconoceos débiles y necesitados de Él.
Contemplar a Cristo que reina desde el servicio y la entrega es una llamada a mirarnos a nosotros mismos y examinar cuales son las claves de nuestra existencia. Puede pasar que nuestra vida sea una constante búsqueda del “Ser más” como forma de ser feliz y de realizarnos. Sin embargo, tenemos experiencia de que cuando nos buscamos solo a nosotros por encima del bien de los demás, acabamos vacíos y solos. Jesucristo propone otro camino. El camino de la humildad, que pasa por reconocer las limitaciones y defectos propios, para vivir en la confianza de los hijos de Dios, que saben que con la fuerza del Espíritu lo pueden todo, pero que sin Dios no pueden nada. Es el camino de aquellos que ceden el trono de su vida a Dios y se bajan ellos del trono de su corazón, dejando que sea Él quien dirija su vida.
Si elegimos vivir en humildad seremos, como Cristo, Testigos de la verdad, pues podemos vivir con la libertad de reconocer nuestras debilidades y defectos. En definitiva, podremos vivir alegres la verdad de nuestro ser: No estamos hechos para estar solos, sino que necesitamos encontrarnos con los demás para vivir. Quien vive en humildad y verdad es libre plenamente, ya que se lanza a la vida sabiendo que en su necesidad es sostenido constantemente por Aquel que por amor le ha dado la vida.
Abramos nuestros corazones al Señor, para que empiece su Reino, aquí y ahora, en cada una de nuestras vidas. El Reino de Cristo es real y está ya presente en nuestro mundo, en cada corazón que deja a Dios llevar las riendas de su vida. Ábrele tu corazón y forma parte de este Reino de Amor que va creciendo en medio de nuestro mundo.
Alejandro Anguis, Sacerdote de Granada
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