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Segundo Domingo de Pascua, 27 de abril

Este Evangelio nos recuerda que la fe no siempre necesita pruebas visibles; a veces, basta con abrir el corazón. Tomás representa nuestras dudas humanas, pero Jesús no lo reprende, sino que se le muestra con ternura. Así, aprendemos que Dios entiende nuestras incertidumbres, y aun en medio de ellas, nos ofrece su paz y su presencia. "Bienaventurados los que creen sin haber visto" es una invitación a confiar, incluso en la oscuridad


María Hernando

Madrid

 
 
 

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