En este mes de agosto nos acercamos a S. José desde una virtud que le caracteriza tanto como es la humildad. S. José supo “andar en verdad” nos diría Sta. Teresa.
Ciertamente no encontramos palabras suyas en los evangelios, pero si contamos con varias acciones que nos descubren que vivía en la verdad.
La primera acción que nos trae Mateo, después de decirnos que María estaba desposada con José, es que éste, al enterarse de que María estaba embarazada, como era justo decidió “repudiar a María en secreto”. Cf. Mt 1, 18-20
¿Por qué esta decisión de José? Porque no se sentía digno. Pensó que Dios se había equivocado en el reparto de papeles, no podía haber pensado en él para hacer las veces de padre de ese Niño que esperaba María y que era el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
José se sintió honrado al saber que tenía tan buen gusto como Dios, los dos se habían fijado en María. Ciertamente para él era la criatura más bella de todo Nazaret y alrededores, pero, si Dios también se había fijado en Ella, es que debía ser la criatura más bella del mundo entero. Pero tenía claro, en su humildad, que no podía asumir el papel de padre de esa criatura, él se quería retirar, no estorbar a Dios. Él se retiraba, aunque eso le impidiese volver a Nazaret, que hablasen mal de él, etc.
Así era José de humilde. Su sorpresa fue saber que Dios sí se había fijado en él como se había fijado en María. Ella sería la madre, de sus entrañas nacería el Salvador, pero él haría las veces de padre y le reconocería, lo cuidaría, le enseñaría la Torá, …. José no sería el protagonista, de hecho nos olvidamos de él muchas veces, pero él en su humildad asume ser el segundo, ¡que importa! Para Dios no hay papeles de primera o de segunda, lo importante es buscar y responder al sueño de Dios.
Pidamos a S. José la valentía de ser humildes, de vivir en nuestra verdad, de reconocer que todo es Gracia y que nuestra felicidad está en cumplir su voluntad.
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