CANCIÓN EXPOSICIÓN
Cuando pienso en tu amor y en tu fidelidad,
no puedo hacer más que posarme y adorar.
Y cuando pienso en como he sido
y hasta donde me has traído, me asombro de ti.
Y no me quiero conformar, he probado y quiero más …
Yo quiero enamorarme más de ti,
enséñame amarte y a vivir
conforme a tu justicia y tu verdad
con mi vida quiero adorar.
Con todo lo que tengo y lo que soy,
todo lo que he sido te lo doy
que mi vida sea para ti como un perfume a tus pies.
Cuando pienso en tu cruz y en todo lo que has dado
Tu sangre por mí, por llevar mi pecado
Y cuando pienso en tu mano, hasta aquí hemos llegado
por tu fidelidad.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu (3)
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, Espíritu (3)
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Lectura del santo evangelio según san Juan3,16-18
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
Dios creó el mundo bueno, bello, pero después del pecado el mundo está marcado por la maldad y la corrupción. Nosotros, hombres y mujeres, somos pecadores, todos; por lo tanto, Dios podría intervenir para juzgar el mundo, para destruir el mal y castigar a los pecadores. En cambio, Él ama al mundo, a pesar de sus pecados; Dios nos ama a cada uno de nosotros incluso cuando cometemos errores y nos distanciamos de Él. Dios Padre ama tanto al mundo que, para salvarlo, da lo más precioso que tiene: su único Hijo, que da su vida por la humanidad, resucita, vuelve al Padre y, junto con Él, envía el Espíritu Santo. La Trinidad es por lo tanto Amor, totalmente al servicio del mundo, al que quiere salvar y recrear. Y hoy pensando en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ¡pensemos en el amor de Dios! Y sería bueno que nos sintiéramos amados: “¡Dios me ama!”. Este es el sentimiento de hoy. Al afirmar Jesús que el Padre ha dado a su Hijo unigénito, recordamos espontáneamente a Abraham, quien ofrecía a su hijo Isaac, como narra el Libro del Génesis (cf. 22, 1-14): ésta es la “medida sin medida” del amor de Dios. Y pensemos también en cómo Dios se revela a Moisés: lleno de ternura, misericordioso y piadoso, lento en la ira y lleno de gracia y fidelidad (cf. Ex 34,6). El encuentro con este Dios animó a Moisés, quien, como nos dice el libro del Éxodo, no tuvo miedo de interponerse entre el pueblo y el Señor, diciéndole: «Aunque sea un pueblo de dura cerviz, perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y recíbenos por herencia tuya» (v. 9). Y así hizo Dios enviando a su Hijo. ¡Somos hijos en el Hijo con la fuerza del Espíritu Santo! ¡Somos la herencia de Dios!
Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de hoy nos invita a dejarnos fascinar una vez más por la belleza de Dios; belleza, bondad e inagotable verdad. Pero también belleza, bondad y verdad humilde, cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer puedan encontrarla y obtener la vida eterna. Y esto es la fe: acoger a Dios-Amor, acoger a este Dios-Amor que se entrega en Cristo, que hace que nos movamos en el Espíritu Santo; dejarnos encontrar por Él y confiar en Él. Esta es la vida cristiana. Amar, encontrar a Dios, buscar a Dios; y Él nos busca primero, Él nos encuentra primero.
Silencio para dejar que Jesús rece en nosotros
En la oscuridad de la noche en la tristeza, en la soledad.
Sólo una luz, brilla sin ser visible a los ojos del mundo.
La del corazón, el corazón de Dios que arde de Amor,
lo puedes creer y puedes contar con Él.
DIOS, UNA LLAMA QUE NUNCA SE APAGA UN LATIDO ETERNO DE AMOR,
ALGO QUE NO SE PUEDE DESCRIBIR CON PALABRAS.
Una voz, convertida en canción. Tu vacío, convertido en amor.
La paz en el fracaso y un "Te quiero" a tu lado, ése es Dios, así es Dios.
ORACIÓN FINAL
Porque Tú lo has querido estoy aquí, Señor. En Tu nombre.
No he venido yo; me has absorbido en la espiral de amor,
que eres con todos.
Nadie puede arrimarse a Ti sin que entero lo abraces,
lo hagas Tuyo.
Sin robarle nada, dándole todo.
Del suelo a la cabeza soy regalo tuyo,
espíritu que vuela y cuerpo que lo apresa.
No puedes ya salirte de este mundo.
Me inundaste y, empapado de Ti, te voy sembrando,
y al tiempo que me siembro,
como grano de trigo,
en mis hermanos.
No quiero quedar solo.
Tu rostro buscaré, Señor.
Hasta decirte ¡Padre!
Pero sólo te encuentro, cuando,
a todo lo que mana de Ti
le digo: ¡hermano!
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