CANTO DE EXPOSICIÓN
Contemplamos al mirar tu presencia que es real,
te has entregado a toda la humanidad.
Elegiste habitar en un pedazo de pan,
desde lo pequeño la grandeza reflejar.
Cielos y tierra proclaman tu Gloria,
todo tu pueblo canta con gozo
alabando y exaltando tu grandeza.
Santo eres Santo por todos los siglos,
Rey de mi vida y de mi historia
¡bendice oh Señor a tu pueblo!.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
VEN, ESPÍRITU DE DIOS, SOBRE MÍ.
ME ABRO A TU PRESENCIA, CAMBIARÁS MI CORAZÓN. / (2)
Toca mi debilidad, toma todo lo que soy;
pongo mi vida en tus manos y mi fe.
Poco a poco llegarás a inundarme de tu luz;
Tú cambiarás mi pasado. ¡Cantaré!
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 26-33 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por uno céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO
El Evangelio de este domingo (cf. Mateo 10, 26-33) recoge la invitación que Jesús dirige a sus discípulos a no tener miedo, a ser fuertes y confiados ante los desafíos de la vida, advirtiéndoles de las adversidades que les esperan. El pasaje de hoy forma parte del discurso misionero con el que el Maestro prepara a los Apóstoles para la primera experiencia de proclamar el Reino de Dios. Jesús les exhorta con insistencia a “no tener miedo”. El miedo es uno de los enemigos peores de nuestra vida cristiana, y Jesús exhorta: “No tengáis miedo”, “no tengáis miedo”. Y Jesús describe tres situaciones concretas a las que se enfrentarán.
Ante todo, la primera, la hostilidad de los que quieren silenciar la Palabra de Dios, edulcorándola, aguándola o acallando a los que la anuncian. En este caso, Jesús anima a los Apóstoles a difundir el mensaje de salvación que les ha confiado. Por el momento, Él lo ha transmitido con cautela, casi en secreto, en el pequeño grupo de los discípulos. Pero tendrán que decir “a la luz del día”, esto es, abiertamente, y anunciar “desde las azoteas” —así dice Jesús—, es decir, públicamente, su Evangelio.
Silencio para dejar que Jesús rece en nosotros
Los lirios del campo y las aves del cielo
no se preocupan por que están en mis manos
tened confianza en mí, aquí estoy junto a vosotros.
Amad lo que sois vuestras circunstancias,
contigo estoy, con tu cruz en mi espalda,
todo terminará bien yo hago nuevas todas las cosas.
Yo vengo a traerte vida, vida en abundancia, en abundancia.
Yo soy el camino, la verdad y la vida, vida en abundancia, en abundancia
No hice al hombre para que esté solo,
caminad juntos como hermanos.
Soportaos mutuamente, amaos unos a otros.
La felicidad de la vida eterna empieza conmigo en la tierra.
Sentíos vivos, la fiesta del reino comienza aquí.
ORACIÓN FINAL
Jesús, vivo dudando y tú me dices: confía.
Tengo miedo y tú me dices: ánimo.
Prefiero estar solo y tú me dices: sígueme.
Fabrico mis planes y me dices: déjalos.
Me agarro a mis cosas y me dices: despréndete.
Quiero vivir y me dices: da tu vida.
Creo ser bueno y me dices: no basta.
Quiero mandar y me dices: ponte a servir.
Deseo comprender y me dices: cree.
Busco claridad y me hablas en parábolas,
quiero poesías y me habas de realidad,
deseo tranquilidad y me dejas inquieto,
quiero violencia y me hablas de paz,
busco tranquilidad y vienes a traer fuego a la tierra.
Quiero ser grande y me dices: sé como un niño.
Quiero esconderme y me dices: sé luz.
Quiero ser visto y me dices: ora en lo escondido.
¡No te entiendo Jesús!
Me desconciertas y me atraes,
me sucede lo mismo que a Pedro,
no encuentro un maestro mejor,
solo tú tienes palabras de vida eterna.
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