I. Mensaje Vicaría Vida Consagrada
La Hna. Julia García Monge, ichdp, Secretaria de la Vicaría de Vida Consagrada de Madrid, nos introduce en la oración.
II. Oración
Ambientación: Ponemos unas olas, una barca y un faro, un recipiente de agua.
Invitar a los participantes a preparar: papel, un recipiente con agua, una imagen de Jesús.
Introducción: Esta tarde nos adentramos en el mar de la llamada, cada uno tendrá que disponer el corazón para escuchar lo que Dios, faro de su vida, le está pidiendo. Os invitamos a que os dejéis llevar por las olas de su gracia, no puede primar en su llamada el miedo, sino la confianza, que es lo que nos debe conducir al amor.
Él está presente en la bonanza, y también en medio de la tempestad.
Canto y exposición: Qué bien se está aquí (Athenas)
Qué bien se está aquí, en tu presencia, glorioso por siempre, Señor. Qué bien se está aquí, a tu lado, sintiendo tu paz y tu amor.
Cuán hermoso eres, Señor, Tú no tienes comparación. Quiero permanecer por siempre en tu amor. Cuán hermoso eres, Señor, Tú no tienes comparación. Quiero permanecer por siempre en tu amor.
Con todo mi corazón te adoro, Señor. Con todo, mi corazón te adoro, Señor.
Palabra de Dios
Mt 14, 22-33. Jesús y Pedro durante la tempestad en el lago Tiberíades.
Reflexión: Cierra los ojos, piensa que vas en la barca con Jesús. La barca de nuestra vida avanza lentamente, siempre inquieta porque busca un feliz desembarco, dispuesta para afrontar los riesgos y las oportunidades del mar, aunque también anhela recibir del timonel un cambio de dirección que la ponga finalmente en el rumbo adecuado. Pero a veces puede perderse, puede dejarse encandilar por ilusiones en lugar de seguir el faro luminoso que la conduce al puerto seguro, o ser desafiada por los vientos contrarios de las dificultades, de las dudas y de los temores. También sucede así en el corazón de los discípulos. Ellos, que están llamados a seguir al Maestro de Nazaret, deben decidirse a pasar a la otra orilla, apostando valientemente por abandonar sus propias seguridades e ir tras las huellas del Señor. Esta aventura no es pacífica, llega la noche, sopla el viento contrario, la barca es sacudida por las olas, y el miedo de no lograrlo y de no estar a la altura de la llamada amenaza con hundirlos.
Haz silencio, escucha el viento, las olas enfurecidas de la vida, incluso de tu vocación… haz silencio.
v Divide con líneas el folio que tienes en la mano en tres partes iguales. Escribe en una de esas partes cuáles son tus miedos para seguir a Jesús en lo que te está pidiendo. Quizá ya le has dicho que sí, puede que tengas miedo de pronunciar lo que te pide o estás bloqueado porque no lo tienes muy claro. Eso te hará consciente de que frente a la llamada de Jesús, también tenemos bloqueos, tempestades, miedos a caminar sobre las aguas de la confianza.
Canto: No tengas miedo (Anawin)
No tengas miedo, no tengas miedo
te estoy abrazando tan fuerte, lo puedes notar.
Nuestra vocación la podemos condensar en las palabras clave a las que el Papa Francisco hace referencia en su mensaje, y que nos ha recordado la Hna. Julia al comienzo de nuestra oración:
Primera palabra: Gratitud
La primera palabra de la vocación es gratitud. Navegar en la dirección correcta no es una tarea confiada sólo a nuestros propios esfuerzos, ni depende solamente de las rutas que nosotros escojamos. Nuestra realización personal y nuestros proyectos de vida son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto. Es el Señor quien nos concede en primer lugar la valentía para subirnos a la barca y nos indica la orilla hacia la que debemos dirigirnos. Es Él quien, cuando nos llama, se convierte también en nuestro timonel para acompañarnos, mostrarnos la dirección, impedir que nos quedemos varados en los escollos de la indecisión y hacernos capaces de caminar incluso sobre las aguas agitadas.
v ¿En qué momentos no le has dejado a Dios el timón de tu vida, cuáles son tus indecisiones? Escríbelo en el mismo folio que antes, pero en otro de los apartados.
Canto: Siento tu llamada. (Kairoi)
Siento tu llamada y confío en ti. Jesús…
Segunda palabra: La fatiga
Toda vocación implica un compromiso. El Señor nos llama porque quiere que seamos como Pedro, capaces de “caminar sobre las aguas”, es decir, que tomemos las riendas de nuestra vida para ponerla al servicio del Evangelio, en los modos concretos y cotidianos que Él nos muestra. Pero nosotros somos como el Apóstol: tenemos deseo y empuje, aunque, al mismo tiempo, estamos marcados por debilidades y temores.
A pesar de nuestras fragilidades y carencias, la fe nos permite caminar al encuentro del Señor resucitado, y también vencer las tempestades. En efecto, Él nos tiende la mano cuando el cansancio o el miedo amenazan con hundirnos, y nos da el impulso necesario para vivir nuestra vocación con alegría y entusiasmo.
v ¿Cuáles son tus carencias en la llamada que Jesús te ha hecho? ¿Crees que hay algo que no te deja darte del todo? Escríbelo en el papel.
Canto: Te seguiré a donde quieras. (Ixcis)
Te seguiré adonde quieras,
te seguiré, Señor, te seguiré.
Te seguiré, dame las fuerzas,
te seguiré, Señor, te seguiré.
Te seguiré, te seguiré,
aunque tu cáliz tenga que beber.
Te seguiré, te seguiré,
sé Tú la roca que sostiene mis pies.
Tercera palabra: Ánimo
Si dejamos que nos abrume la idea de la responsabilidad que nos espera o las adversidades que se presentarán, entonces apartaremos la mirada de Jesús rápidamente y, como Pedro, correremos el riesgo de hundirnos. Al contrario, a pesar de nuestras fragilidades y carencias, la fe nos permite caminar al encuentro del Señor resucitado y también vencer las tempestades.
Finalmente, cuando Jesús subió a la barca, el viento cesó y las olas se calmaron. Es una hermosa imagen de lo que el Señor obra en nuestra vida y en los tumultos de la historia, de manera especial cuando atravesamos la tempestad: Él ordena que los vientos contrarios cesen y que las fuerzas del mal, del miedo y de la resignación no tengan más poder sobre nosotros.
v Ponte delante de Jesús, deja que Él toque todos tus miedos, deja que suba a tu barca y aparte de ti tus tempestades. Lo primero que harás si estás delante de Él o tienes alguna imagen suya, será dejar el papel en el que has escrito todas esas cosas que te impiden avanzar hacia el Señor de Dios en tu vida en el recipiente de agua, después, si estás con alguien orando, invita a que impongan sus manos sobre ti, sintiendo que son el instrumento que Dios utiliza para suavizar tus tormentas y apaciguar tus vientos.
Canto: Alianza eterna. (Hna. Glenda)
En la pobreza o en la riqueza, te amaré,
en la salud o en la enfermedad, yo te amaré,
en la tristeza, o en la alegría,
en la tormenta o en la paz,
ante todo y sobre todo, te amaré
Tú me amarás, yo te amaré
alianza eterna entre tú y yo
Tú me amarás, yo te amaré
hasta que la muerte nos una más.
Cuarta palabra: alabanza
Y entonces, aun en medio del oleaje, nuestra vida se abre a la alabanza. Esta es la última palabra de la vocación, y quiere ser también una invitación a cultivar la actitud interior de la Virgen María. Ella, agradecida por la mirada que Dios le dirigió, abandonó con fe sus miedos y su turbación, abrazó con valentía la llamada e hizo de su vida un eterno canto de alabanza al Señor.
Canto: Hágase en mí. (Ixcis)
Hágase en mí
cuanto quieras, lo que quieras, como quieras.
Aquí estoy para vivir
tu Palabra.
Oración final
Con la misma confianza de María en el Señor, que salva a los abatidos, ponemos ante Él todo el dolor de nuestro mundo: a quienes sufren la enfermedad, en especial a los afectados por la pandemia, a los que han fallecido, a cuantos sufren la pobreza, la soledad y el aislamiento, la pérdida de sus seres queridos, al personal sanitario y de seguridad que entrega su vida en estos días. Oramos también por los que oran y están sosteniendo a los demás desde lo escondido.
Señor, creemos que estás vivo, y te pedimos que nos hagas vivir.
Cristo, tú que eres eternamente joven
y haces nuevo todo lo que tocas,
lléname de tu vida.
Ayúdame a reconocer para qué estoy hecho,
qué sentido tiene mi paso por esta tierra,
cuál es tu proyecto para mí.
Condúceme al encuentro con los demás,
a la misión sin fronteras ni límites,
y hazme caminar contigo
hacia un horizonte siempre nuevo.
Enséñame a mostrar la belleza
de la generosidad y del servicio,
de la fidelidad a la propia vocación
y del amor a los pobres,
para que todos sientan
el calor de tu misericordia.
Tú, el Amigo, el eterno viviente,
que viniste para darme vida,
y vida en abundancia,
hazme VIVIR.
Amén.
Reserva del Santísimo. Estribillo de “Alianza eterna
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