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Foto del escritorEsclavas Carmelitas

HAS SIDO FIEL EN LO POCO




Monición

Hoy celebramos San José Obrero. Fue en 1955 cuando el papa Pio XII instituyó está fiesta colocando a San José como patrón de todos los trabajadores.

En un momento delicado para el trabajo, volvemos la mirada a San José para pedir su protección y su ayuda. Al mismo tiempo que oramos para que el Espíritu, en este momento de crisis nos ayude a construir un nuevo orden, suscite nuevas iniciativas, conserve los puestos de trabajo y genere, una nueva ilusión para que cada uno de los ciudadanos de nuestro país puedan disfrutar de la dignidad que reporta un trabajo bien hecho.

“Con su trabajo y su ingenio el hombre se ha esforzado siempre por mejorar su vida; pero hoy, gracias a la ayuda de la ciencia y de la técnica, ha desarrollado y sigue desarro­llando su dominio sobre casi toda la naturaleza y, gracias ­sobre todo a las múltiples relaciones de todo tipo establecidas entre las naciones, la familia humana se va reconocien­do y constituyendo progresivamente como una única comunidad en todo el mundo. De donde resulta que mucho­s bienes que el hombre esperaba alcanzar de las fuerzas superiores, hoy se los procura con su propio trabajo.
Ante este inmenso esfuerzo, que abarca ya a todo el género humano, el hombre no deja de plantearse numerosas preguntas: ¿Cuál es el sentido y el valor de esa actividad? ¿Cómo deben ser utilizados todos estos bienes? Los esfuerzos individuales y colectivos ¿qué fin intentan conseguir?” Gaudium et spes

Este es el momento en que se nos invita a renovar nuestra entrega en el trabajo, el sentido del mismo para que sirva al hombre en todas sus necesidades y sea ocasión de que muchos puedan contemplar la gloria de Dios a través de nuestro esfuerzo y empeño en construir el Reino, una nueva civilización.

Ven Espíritu, ven

y lléname Señor

con tu preciosa unción.

Purifícame, y lávame

renuévame, restáurame, Señor

te quiero conocer.

Preparación para la oración

Oraremos esta noche con la parábola de los talentos. El Señor confía a sus criados unos encargos mientras él está ausente. De ellos, como buenos trabajadores, lo que se espera es que se unan a los deseos y proyectos de su señor, que sean obedientes, que se ilusiones con el trabajo, que lo sientan como suyo. ¡Pero no solo eso! El señor espera no solo saquemos adelante el trabajo “según la norma” o lo esperado, Jesús quiere que pongas tu iniciativa, que arriesgues algo de lo tuyo. El Señor espera que trabajes con aquello que se te ha dado. No solo quiere que lo conserves, sino que lo aumentes.

Tú vales mucho más que todo el oro,

tú eres, el aire que respiro

mi razón, lo primero

lo mejor que me ha pasado

mi Señor.


Mt 25, 14-29

«Es como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.

Oración de ecos

Pongo mi vida en tus manos,

yo quiero servirte

Me has entregado talentos

¡listo ya estoy!

Llévame a donde pueda ayudar,

con mis manos, con mi voz.

Que todos puedan sentir

el toque de tu amor.

Úsame lo que tengo pongo a tus pies.

Yo iré adonde hay necesidad.

Yo haré lo que me pidas, Dios.

Mi talento, un tesoro es.

Coda: Úsame, yo iré, yo haré.

Porque mi talento, mi tesoro es.


Esta parábola, salida de los labios de Jesús nos puede desconcertar un día más. ¿Qué nos quiere decir exactamente Jesús? Parece que la conclusión más inmediata es que confía en nosotros. Él es el hombre que antes de irse nos ha dejado sus bienes. Y nos llama a tomar conciencia de la grandeza de la llamada a la vida cristiana y de la responsabilidad que esa llamada comporta. El tesoro que ha dejado en nuestras manos es inestimable.

Uno, dos o tres talentos, dicho así nos parece poco, pero tan solo un talento equivalía para los romanos a una suma millonaria. Así que Jesús no nos deja los restos, ni la calderilla. Jesús derrocha con nosotros.

Tal vez éramos millonarios sin saberlo y por eso el Señor ha venido hoy a avisarnos con claridad: «Ten cuidado, porque tendrás que dar cuenta de todo esto, pues te lo he confiado para el bien de tus hermanos: con ese tesoro debes construir el Reino de Dios para los otros». Si te abres no solo a reconocer los dones naturales que Dios ha puesto en ti, sino los talentos escondidos pero extraordinarios que te regala a través de su Palabra, de los sacramentos, de tu comunidad, de la oración, del perdón... serás testigo de que su muerte no ha sido en vano. Él murió para romper las cadenas que nos ataban al pecado, para estar con nosotros y mostrarnos la cara de un Dios que quiere contar con nosotros, y nos quiere libres del miedo.

Puedes esconderlos, enterrarlos... seguro que no te faltan ocasiones para hacerlo. ¿Pero y si desde este momento decidimos hacerlo fructificar, lo compartimos y lo repartimos? El talento se multiplicará, porque, por ejemplo, el hermano al que hayamos perdonado podrá entrar también en la nueva lógica del amor más fuerte que la venganza y que el resentimiento. Si queremos invertir los tesoros con los que Dios nos colma cada día, estaremos entre aquellos pobres que hacen ricos a muchos (cf. 2 Cor 6,10). Si; lo que Cristo nos ha dado se multiplica dándolo.

- ¿Experimentas los sacramentos, el perdón, la comunidad, la oración... como don extraordinario que has recibido?

- ¿Cómo crees que puedes aumentar ese encargo? ¿Qué te pide Jesús?

Pongo mi vida en tus manos,

yo quiero servirte

Me has entregado talentos

¡listo ya estoy!

Llévame a donde pueda ayudar,

con mis manos, con mi voz.

Que todos puedan sentir

el toque de tu amor.

Úsame lo que tengo pongo a tus pies.

Yo iré adonde hay necesidad.

Yo haré lo que me pidas, Dios.

Mi talento, un tesoro es.

Coda: Úsame, yo iré, yo haré.

Porque mi talento, mi tesoro es.


No debe dejar de tener un significado de fe la fatiga de cada día, si Cristo compara el Reino de Dios y su crecimiento con el trabajo que están llamados a desarrollar algunos siervos. Aparece una invitación y una entrega a cada uno de ellos. La actividad profesional no aparece, por tanto, separada de la llamada en el Reino, donde se participa con la propia persona, con el propio trabajo y con el propio compromiso. Todo esto es posible porque se ha concedido a los siervos una suma de dinero correspondiente a su capacidad. Disponer de la posibilidad de operar ya es para ellos un don, porque, de lo contrario, estarían obligados a permanecer inactivos. La fatiga de cada día es respuesta a una vocación que ofrece un sentido cristiano a la profesión. En consecuencia, debemos acoger el trabajo en el interior de una relación personal con Dios, que confiere una dimensión de fe al compromiso cotidiano.

Dios quiere al hombre libre, responsable, creativo, o sea, capaz de descubrir con su propia inteligencia las posibilidades de negociar con los dones recibidos. El trabajo de los siervos durante la ausencia del amo es guiado por un sentido de vigilante espera. Podemos deducirlo del inmediato empleo de los bienes recibidos. Vigilar significa, por consiguiente, disponernos a hacer presentes, a través de nuestro propio compromiso diario y del encuentro con los otros, los signos de este mundo nuevo que nace en el amor, en la solidaridad entre las personas y en la transformación material de las realidades. La alegría definitiva del Reino—compartir la misma felicidad de Dios—no es tanto una recompensa al trabajo humano, que es ya un don en sí mismo, como un premio. Existe, en efecto, una desproporción entre el trabajo de los siervos y lo que reciben. Se pone así de relieve la libertad absoluta de Dios, que nunca se deja condicionar por los méritos, sino que va más allá de ellos (G. Gatti Genitori, vangelo vivo per i figli, Ancora, Milán 1982, 108-112, passim).

Testimonios

No hay nada más bueno que el Señor. No hay nada más bueno, más grande, más bello que el amor. No hay nada mejor que el Señor. No hay nada más bueno, más grande, más bello que el amor.

Como Iglesia que ora con un solo corazón y una sola alma, ponemos a los pies de Jesús nuestra oración incesante por tantos hermanos nuestros que necesitan de la presencia amorosa y compasiva del Señor.

Peticiones.

Rezamos juntos

Tú nos hablas, Señor,

tú nos dices palabras de esperanza:

¿encontrarán en nosotros

un eco para este mundo angustiado?

Tú nos hablas, tú nos colmas;

tú nos das tu amor en herencia:

¿dará fruto abundante

para reanimar este mundo estéril?

Tú nos colmas, tú te fías de nosotros,

tú pones en nuestras manos el futuro de los hombres:

¿se cerrarán nuestras manos

por miedo a perderte?

Te lo pedimos:

por tu Espíritu, estimula nuestro trabajo,

que no seamos condenados

por nuestra inercia

cuando vengas a invitarnos

a entrar en tu eterno gozo.

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