Jesús habla a sus discípulos de una forma apocalíptica sobre el final de los tiempos, pero lo hace en sentido figurado. Todos sabemos que este mundo se acabará, pero no sabemos cuándo.
También nos habla con un ejemplo más concreto de como pasa el tiempo. Como la higuera cambia sus ramas y frutos al llegar el verano y así nos damos cuenta como pasan las estaciones. Esto nos sirve a nosotros para que lo tengamos presente en todo momento, que Él está cerca, esperándonos y que su palabra va a permanecer siempre con nosotros para ser fortaleza.
Pero no debemos esperar al final de nuestros días para cambiar. Ni debemos pensar que ya nos convertiremos y seremos buenas personas y buenos creyentes cuando seamos mayores. No. Ahora es el momento. No sabemos cuándo llegará nuestro final. No tenemos que esperar ese momento apocalíptico.
Jesús nos dijo: “Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Nos está diciendo que lo importante de verdad no es el paso del tiempo sino lo que hacemos ahora en este momento, si seguimos sus palabras y sus enseñanzas. Hoy. Aprovechemos el tiempo, no sabemos qué nos pasará mañana. Demos gracias a Dios por cada día nuevo que tenemos y ofrezcámosle todo nuestro trabajo y nuestra vida. Día a día hasta que llegue nuestra hora. Y esa hora sólo la sabe Él. Así, que no nos pille de sorpresa porque siempre estaremos bajo su gracia y su protección.
Este Dios que Jesús nos presenta no es un Dios severo, ni un Dios castigador que espera al final de los días para ser un juez mezquino, que responde al mal con el mal, sino que entregó perdón. Con el perdón nos da la capacidad de liberarnos y de amar.
Jesús nos invita a que vivamos la vida, a que tengamos esperanza y confianza, a que amemos; que construyamos una eternidad en el amor.
Mila y Jaime
Cuenca.
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