“En aquel mismo instante recobró la vista y siguió a Jesús.”
El Evangelio de este domingo, a través de la escena de la curación del ciego Bartimeo, nos muestra la idea del seguimiento de Jesús. En nuestra vida también nosotros podemos o bien estar al borde del camino como hacia el ciego o, por el contrario, seguir a Jesús por el camino al igual que hacia la multitud. Pero el ejemplo de discípulo no viene dado por la gente, como podría parecer, sino por el ciego Bartimeo.
Seguir a Jesús y, al mismo tiempo, mandar callar a aquellos que están al borde del camino pidiendo ayuda no es signo del bueno discípulo. Estando ya cerca del Señor y siguiendo sus pasos la actitud debe ser desde el primer momento la que relata el Evangelio después, una actitud de servicio, ayudando y animando a los que tenemos alrededor a acercarse a Jesús.
El ciego por su parte supo pedir con fe, humildad y confianza lo que necesitaba, sin importarle no complacer a la multitud que le mandaba callar. Además, desprendiéndose de todo lo que tenía y reconociendo a Jesús como Salvador, “Hijo de David”, pudo curarse y comenzar a seguir al Señor. Su curación es por tanto más que recobrar la vista, ha conseguido acercarse a Jesús, quien es capaz de salvarlo.
Y yo, ¿qué deseo que Jesús haga por mí? ¿Qué necesito que me cure? Pidamos al Señor una fe como la del ciego. Una fe que nos cure y nos ayude a seguirlo a Él por el camino, y que, además de eso, nos ayude a acercar a otros.
Elena Jiménez, Ávila
Comments