El Evangelio de hoy es un canto a la libertad. Jesús nos da la clave para llegar a tal estado y no es otra que actuar con la conciencia de que todo lo que hacemos es ante Sus ojos y no ante los de la humanidad. Lo correcto es lo que Él quiere, no lo que que quieren que hagamos.
Por ello, debemos obrar sin miedo a las consecuencias de este mundo, al rechazo, a exponerse. Eso no quiere decir que seamos kamikazes sin cabeza, sino que no tengamos miedo a expresar nuestra Fe en la cotidianidad y a acercar la Buena Nueva a aquellos que nos rodean ya que sabemos que es el camino de la verdadera redención.
Uno no puede querer otra cosa que no sea lo mejor para sus hermanos aunque sepamos que éstos pueden rechazarlo o despreciarlo. Aunque a veces parezca en vano, cada vez que hablemos de Jesús a alguien que no lo conozca o no quiera seguirle, estará irremediablemente un paso más cerca de Él.
Tenemos que pedir a Dios que nos dé la virtud de confiar plenamente en su voluntad para que los fines terrenales no pesen más en nuestra balanza que los celestiales. Poner a Dios en el centro de nuestra vida es la solución para disuadir nuestros miedos, ser libres y llenarla de sentido en cada pequeña acción de nuestro día a día.
Alejandro Rodríguez Peláez
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