Hace dos tardes iba en el coche por la autovía y por la cabeza me pasó un pensamiento, ¿y si ahora tuviera un accidente?¿mi vida habría contentado a Dios?
Al leer el evangelio, ese pensamiento a vuelto a mi mente y sin ir a tal extremo, me ha hecho "volver" a caer en la cuenta de la importancia de cada momento de nuestras vidas, y como deben ser reflejo de lo que Dios quiere de nosotros. En las pequeñas cosas, en lo cotidiano debemos tener presente la luz de nuestro Padre: en el amor y dedicación a nuestros hijos, la entrega a nuestros esposos, el respeto a nuestros padres...Y cuando tropecemos, porque siempre tropezamos, no desalentarnos, porque Él nos tiende su mano y nos levanta las veces que haga falta, es nuestro pastor y no nos quiere desanimados.
El Reino de Dios es el gran regalo que nos hace Jesús y supera en valor a todo lo demás que tengamos en nuestra vida. Por todo ello, debemos estar vigilantes, tener esperanza y saber esperar en el amor. Tarea difícil en la sociedad de las prisas en la que nos ha tocado vivir, de quererlo todo en el momento. Somos impacientes y nos exasperamos cuando las cosas no salen en nuestros tiempos. Pero los tiempos de Dios no son los nuestros y debemos estar atentos a lo que acontece en nuestras vidas. Pero esta es una espera que merece la pena, basada en la fidelidad y confianza en que Dios NOS AMA "SIEMPRE".
Ana Amelia, Cuenca